miércoles, 18 de junio de 2008

LA MUERTE DEL PÁJARO (in memory of Wanda)

Como cada tarde y de costumbre, me colocaba afuera de mi casa sentado en mi banca de madera a contemplar ese pájaro que se paraba en el tendido eléctrico de los postes de las calles. Como si fuera día domingo ir a misa en la mañana, nos juntábamos a ver esas puestas de sol interminables sin necesidad de ver el mar. Bastaba con mirar al cielo y ver cómo esos pigmentos anaranjados producidos por la contaminación se fundían con las nubes y el anochecer. A la hora de la merienda, ambos nos servíamos un cálido té para compartir; yo comía pan y él comía de las migas que yo le daba. Largas conversaciones entre sol y estrellas, entre cables y ruidos de la ciudad. Yo le contaba algo sobre mi vida, mis experiencias, mis aventuras y desventuras; nos preguntábamos con cierta frecuencia qué era vivir, qué significaba para ambos la vida, después de recorrer un largo camino y mirar atrás después de muchos años, casi al fin del camino, por qué pagar un precio tan alto por cosas que no habíamos hecho.
El pájaro me comentaba a cánticos en pajarístico lo que era él, lo que es viajar por el mundo como fugitivo y visitar tierras desconocidas por nosotros, de la diferencia con los humanos entre los humanos, y de cómo se ayudaban entre ellos al momento de inmigrar. Mágicos lugares se nos venían a la mente para volver a jugar siendo niños inmensamente tiernos e ingenuos.
Pero llegó ese día, y no esperaba que fuera tan así de sorpresivo. NO volviste a aparecer; desapareció de la faz de la tierra, te borraste del mapa sin pista alguna para seguirle, buscarle y encontrarle. Aquella tarde fue la más triste de mi vida porque te fuiste, y el mundo no fue el mismo de siempre; ahora las tardes, mis tardes, no tenía con quién compartirlas y esos solsticios brillantes fueron oscuros y sombríos, crudos como una noche de Julio gélida sin respiración. Las perlas tristes de mis ojos se secaron como añejas pasas sin vida, amargadas como el café que toma ahora entre mis manos. De a poco la respiración me estrangulaba dejando marcas en mi áspero cuello, y los huesos desarticuláronme sutilmente quedando inmóvil e inútil.
Estaba desgastado, devastado, como si el huracán más poderos hubiera pasado sobre mi llevándose todo, dejándome nada. Poco sentido tenía seguir esperando que regresaras a que me trajeras nuevas historias que contar, hermosos ocasos que contemplar, cálidos tés que preparar y servir: ahora la mesa abundante y rica que compartíamos está vacía, sucia, opaca desmantelada; sin las huellas de tus patas flacas que pudiste haber impregnado en el polvo grisáceo de tus plumas -antes de partir-.
Ya nada quedaba, sólo sentarme a esperar con desgano a que este cáncer del día a día me consumiera por completo y me hundiera en la tierra como lo hace a cada minuto que pasa en mi apagada llama de luz que quem(d)a.
Podrían pasar horas, días, meses, estaciones, años, décadas... milenios. Pero nada inmutará mi frágil cuerpo de cristal.
Bastó sólo eso que sucediera para darme cuenta que ese pájaro no era otro pájaro de colores o exótico, sino que era mi hermano que quiso despedirse de mi.

1 comentario:

loca_depatio dijo...

juro k te iba a poner zoofilico..
lei el final y fue lindo...
jaja y eso k no soy sensiblona jaja
2 seg de emocion :)
pucha teextrañare el sabado..
trata de ir po..
tu cachai...
asi k haga el esfuerzo
pa k cantemos hasta perder la garganta...
sigue escribiendo ...me encanta
como lo haces ,...
creo k eres el 2ºpersoonaje k logra k sienta con escritos
beso pa usted
te veo leo zunbo...chau :)

y si no llegay al cerro...te espero y nos vamos a un bar jaja
la loca prendia XD
bueno fue tu idea jaja